Cuando nace un niño, no es normal que digamos “Oh, el pobre va a morir”, no les decimos a los padres: “Lo siento mucho por la muerte final de su hijo”. Por el contrario, naturalmente celebramos la vida y el nacimiento del niño, aunque esas dos afirmaciones anteriores son completamente precisas y honestas.
De lo que estoy hablando es del equilibrio en todas las situaciones de la vida. Un equilibrio entre la vida y la muerte, entre el optimismo y el pesimismo. El Buda abandonó su práctica de austeridad y su búsqueda de la enseñanza intelectual perfecta, se sentó bajo el árbol de Bodhi y alcanzó una iluminación del Camino Medio entre la negación y la abundancia y el intelecto solamente.
Tomaré prestado de una historia que quizás pueda ilustrar esto. Una vez, hubo un hábil escalador de montañas que decidió una mañana antes de que saliera el sol que escalaria el costado de una montaña conocida. Después de aproximadamente la mitad de su ascenso, un trozo del lado de la montaña en el que había colocado su peso en se desprendió. De repente comenzó a caer. Afortunadamente, había una raíz que pudo agarrar. Después de unos minutos, la raíz comenzó a desprenderse de la ladera de la montaña y nuestro escalador se encontró colgando de esta raíz a mil pies de las rocas de abajo y mientras la raíz se movía hacia afuera, el staba a 15 o 20 pies del costado de la montaña.
Cuando se agarró a la raíz cada vez más fuerte, supo que su tiempo para aferrarse estaba disminuyendo debido a la tensión. Cuando comenzó a acomodar su mente en la situación, descubrió que no necesitaba agarrarse con tanta fuerza y podía aguantar más tiempo. Al mirar hacia arriba notó una baya, tal vez una fresa o una uva. Estaba a su alcance y la agarró. Con su mano libre se la metió en la boca y saboreó los jugos y la dulzura de la fruta. Vaya, piensa que esta es la fruta más dulce y deliciosa que jamás haya probado. Nunca antes había comido una fruta tan lentamente y se había tomado el tiempo para probarla de esa manera. La caída pendiente a las rocas debajo, la certeza de su muerte le permitió notar una riqueza de la experiencia hasta ahora inadvertida.
Justo en este momento, el sol comienza a elevarse por encima de las montañas circundantes y él declara que este es el amanecer más hermoso que jamás había visto. (Crédito de la historia de _The Seventh Telling: La Cábala de Moeshe Katan_ por Mitchell Chefitz)
Resiste la tentación en este punto para leer más. Tómate un momento para saborear la experiencia de tu vida. Resiste la tentación de saber qué pasa.
La muerte es muerte, la vida es vida. Es nuestra elección cómo vamos a experimentar ambos.
El budismo nos enseña la manera de dominar nuestra mente para alejar el mal y fortalecer los recursos dentro de nosotros mismos para lograr nuestra alegría indestructible, cómo llegar a ser iluminados. Al perfeccionar nuestras mentes a través de nuestra práctica de meditación, invocando el Odaimoku, recitando el sutra y estudiando los principios budistas, podemos fortalecer la fortaleza de nuestra mente asegurando que las desgracias que caen sobre nuestro cuerpo sean incapaces de sacudir nuestra fe.
Chih-I dice que incluso si surge una enorme montaña como un obstáculo, si hemos perfeccionado nuestra práctica y continuamos fortaleciendo nuestra fe y nuestra práctica, entonces puedes enfrentarte incluso a la muerte y sacrificar tus respiraciones restantes para permanecer en lo que él llama la “camara de meditación”. Asegura que no hay ofensa ni karma que no pueda ser cambiado o extinguido. Podemos encontrar esto en las palabras del Sutra del Loto, y podemos sentirnos muy cómodos con ellas.
El enfoque de Chih-I es ver la realidad convencional como no una ilusión que se debe negar, sino una interpretación positiva del significado de vacío. Entonces, en la realidad de nuestra vida, el objetivo no es negar lo que experimentamos. Más bien, el objetivo es ver la realidad del vacío de esas experiencias y esa realidad es la base del Camino del Medio.
No negamos el dolor que podemos experimentar, sino que abrazamos el aspecto positivo de ese dolor como un indicador de que hay una manera de sucumbir completamente a la inevitabilidad del dolor y la negación del dolor. En cierto modo, el dolor es la realidad que podemos usar para experimentar la vida y movernos entre la rendición y la ignorancia.
Existe un equilibrio posible que estabiliza la mente, el espíritu y el cuerpo. El budismo es la herramienta para hacer esto de manera más efectiva porque no niega ni celebra, sino que enseña una conciencia honesta de la verdadera naturaleza de la realidad. Hay nacimiento, hay vida, hay enfermedad, hay muerte.
¿Quizás otra historia? Hay un cuento antirracista atribuido a Buda sobre un demonio yaksa. Este individuo en particular era feo con una F mayúscula y tenía un color maligno. ¿De qué color diríamos que es, cuál sería un mal color para ti? No hace falta decir que no fue muy bienvenido por todos. No les gustaba su apariencia. La gente se enojaban cuando el aparecía.
Los ‘Treinta y tres Devas’ se pusieron tan nerviosos que fueron a Indra diciendo que el demonio debía ser removido. Indra entonces, con respeto y con gran cortesía, se acercó al demonio que entonces estuvo de acuerdo en no aparecer más. El Buda o Indra, según cómo y quién lo cuente, usó esta historia para regañar a los “Treinta y tres Devas” y enseñar sobre el peligro de albergar la ira, el odio, la mala voluntad y el juzgar (particularmente sobre la base del color).
Cuando experimentamos algo desagradable en nuestras vidas, tal vez el dolor, podemos volvernos tensos y resentidos por el dolor. Sé que necesito recordarme constantemente a mí mismo que debo ser amable con mis limitaciones físicas y, al mismo tiempo, evitar ser complaciente con estos nuevos límites. Si me acerco a mis límites con amabilidad y aprecio por lo que pueden enseñarme mientras que al mismo tiempo no los evito, no los odio y no soy demasiado amable con ellos. Cuando puedo hacer esto, encuentro que en realidad puedo hacer un poco más de lo que quizás pensé que podría hacer. Ahora eso puede no ser la experiencia de todos. Ciertamente, aunque convertirnos en enemigos de nuestro dolor, por lo general no hace que desaparezca más rápido e incluso puede proporcionar un terreno fértil para que ese demonio se vuelva más feo, grande y más colorido.
Traducido por Gonzalo Peña con el permiso de Ryusho Jeffus
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